Astros del Universo

Pensamientos que terminan en este blog

martes, 31 de enero de 2012

Buenos amigos



Y llega un momento en el que te da la sensación de que todo está perdido. De que ya nada queda en este mundo repleto de mierda. Pero entonces aparecen, como los héroes de una leyenda. A veces son muchos, otros pocos. Otras veces es sólo uno. Pero su deber es salvar tu vida, abrirte los ojos a la realidad. Y, como expertos que son, hacen bien su trabajo.

Pero claro, puede que haya momentos en que tú no te creas lo que está pasando. No piensas que sea verdad, y empiezas a creer que no es más que otra farsa presente en tu vida...

A veces es cierto... Otras no.

Descubres que esas personas son los pilares que sujetan el centro de tu vida. Y que además, no se quejan de soportar tu peso. Al contrario, sonríen, te ayudan y te apoyan en todo. Encuentras puntos positivos en ti que tú antes no te habías percatado de que existieran.

Y todos los días sonríes. Porque sabes que están ahí. Contigo.


Ana.

jueves, 26 de enero de 2012

Relato 1: Un trabajo peligroso



Miré hacia arriba una vez más. El cielo estaba repleto de estrellas. Brillantes, bellas. Luminosas.

Suspiré, expulsando vaho por mi boca. Me encogí sobre mí misma, para conseguir un mínimo de calor. Hacía frío aquella noche. Los mechones de mi rubio cabello iban cayendo sobre mis ojos lentamente. Estaba despeinada, cansada y hambrienta. Pero había cumplido mi trabajo, por lo que él no tardaría en llegar.

Como si lo hubiera llamado con el pensamiento, apareció una figura de entre las sombras. Gabardina negra, botas altas y un sombrero sobre la cabeza. No había equivocación alguna, esa era la persona a la que esperaba. Me incorporé e intenté disimular el frío. No debía mostrar debilidad ante una persona tan importante como lo era él. Me acerqué con paso decidido y cierto énfasis. Mis manos se me estaban congelando, pero ni me inmuté. Sería irónico que el frío me venciera. A .

Cuando llegué junto a él, una extraña fragancia a colonia de hombre me invadió los pulmones. ¿Aquel tío se había echado todo el pote por encima? No, imposible. Parecía serio y despreocupado de su imagen. La tímida luz de la luna me dejó entrever un brillo extraño en sus verdes ojos. Me estremecí ante ellos sin poder evitarlo. Eran tan penetrantes y misteriosos que infundían en mí un cierto respeto. Pero, ¿por qué? Tendría que estar acostumbrada a todo tipo de miradas. Yo siempre había sido insensible. Veía los ojos de mis víctimas antes de que exhalaran su último aliento; unas miradas tristes e implorosas. Y luego, vacías; sin vida. ¿Cómo iba a derrumbarme ahora por unos simples ojos verdes?

-Cumplí con mi trabajo -dije al fin, viendo que él no iba a hablar-. ¿Dónde está mi recompensa?

Mi voz se oyó algo forzada, dadas las tremendas ganas que tenía de castañear los dientes. La sonrisa que se dibujó en el rostro de mi superior provocó que me volviera a estremecer entera. Era tan siniestro...

-Me alegro de que así haya sido -habló al fin. Su voz combinaba perfectamente con su forma de vestir y sus curiosos gestos-. Lo cierto es que dudaba de su capacidad, pero me ha dejado impresionado.
-¿Creía que por ser mujer no podía asesinar a nadie? -pregunté algo indignada. Sonreí sin poder evitarlo-. No discutiré su forma de pensar, pero lo cierto es que me ha dolido. Se ve que el machismo está muy presente en este trabajo. Qué pena, los mejores asesinos son mujeres, ¿lo sabía? Somos más astutas y meticulosas en nuestro trabajo, y no tan impulsivos e irracionales como los hombres.
-Veo que tiene ideas claras, señorita Moreau -objetó el hombre. Su sonrisa se hizo aún más amplia-. Me gusta eso de usted.
-¿Va a pagarme o no? -pregunté empezando a perder los nervios. Necesitaba comer y no tenía dinero.
-Por supuesto -respondió llevándose su mano al bolsillo de su gabardina.

Extrajo un fajo de billetes que enseguida me entregó en mano. Con mi agudizada vista, los examiné. Estaban todos. No, no los conté, pero estaba tan acostumbrada a tratar con fajos como esos que ya me sabía su volumen exacto.

Cuando me los iba a guardar en el bolsillo de mi bandolera, la mano de mi superior me detuvo. Colocó ante mis atónitos ojos otro fajo de billetes mientras sonreía enseñando sus blancos dientes.

-Una propina -dijo solamente.

Lo miré desconfiada. No era normal que los que me contrataban me dieran propinas. Pero, dadas mis escaseces de dinero, acepté encantada, arrebatándole los billetes y guardándomelo todo en mi bandolera.

-Muchas gracias -dije con la vista fija en sus ojos-. Ha sido un placer hacer negocios con usted.
-El placer ha sido mío, señorita Moreau.

Dicho esto, dio media vuelta y se alejó por donde había venido, desapareciendo en la oscuridad. Yo hice lo propio pero en sentido contrario, hacia mi coche. Cuando llegué hasta él, me detuve con la mano sobre la puerta y miré hacia la ciudad que se extendía ante mis ojos. Millones de luces artificiales. Miles de personas felices. Otras tantas sumidas en la más absoluta tristeza.

Mi trabajo era peligroso, cierto. Tenía que tener cuidado de que la policía no me pillara. Pero ya llevaba cinco años ejerciéndolo, y había perdido todo el miedo. Era escurridiza, audaz e inteligente -y no es por echarme flores-, y aún nadie sabía mi verdadero y completo nombre.

Excepto aquel extraño hombre. ¿Cómo demonios se había enterado? Aquello me intrigaba de tal manera, que temía haberlo dejado escapar. No podía correr tal peligro... pero algo me había impedido hacerle daño.

Esos ojos... esa sonrisa... esa voz... ¿quién era él?


Ana.

domingo, 22 de enero de 2012

Abril, 2025




El sonido que producían las ruedas del tren al arrastrarse por las vías del metro resonó por todo el andén. Ya llegaba. Cerré mi cuaderno (donde había estado apuntando pequeñas notas sobre la estación para luego poder arreglar mi novela en casa, tranquila) y me levanté de mi asiento, avanzando hacia los límites de la vía.

Justo entonces llegó el tren. Una de sus puertas se detuvo delante de mí, y en cuanto esta se abrió, me afané en adentrarme al vagón. Dentro había mucha gente que volvía a casa después de otro duro y aburrido día laboral. Tuve que aferrarme a una de las barras, pues no encontré asiento libre por ningún sitio. Fue entonces cuando me percaté de la mirada de un hombre. Lo hubiera ignorado por completo, como tantas otras veces había hecho con esa gente que posaba sus ojos en mí preguntándose dónde me había visto anteriormente, pero en ese caso todo fue diferente. Mis ojos se posaron en los suyos, verdes amarronados. En aquel mismo instante, el mundo comenzó a dar vueltas a mi alrededor, como si danzara sobre las estrellas. El ensordecedor pitido que avisaba a los pasajeros de que las puertas se cerraban, pareció lejano a mis oídos. La vista se me nubló a causa de las lágrimas que estaban a punto de salir. No podía evitarlo.

Sus labios pronunciaron mi nombre con cierta incredulidad y un atisbo de duda. Estaba claro que Él tampoco se creía lo que estaba ocurriendo.

Mi cuerpo se tiró sobre sus brazos involuntariamente. No me cabía duda. Era Él, lo había encontrado. Sí, al fin reconocía que había estado buscando ese momento desde que me mudé a aquella ciudad.

"Estúpida", me dije. "¿Cómo pretendías olvidar todo tu pasado así, sin más? Eres una ingenua".


Ana.


No quiero puñales que duelan, no quiero falsas miradas, no quiero guerras entre corazones. No quiero nada de todo esto. No quiero un mundo rosa, sé que no existe, pero tampoco quiero un mundo negro. Eso tampoco existe.
No quiero callar, quiero gritar, quiero... dejarme llevar y evadirme de la realidad, alejarme de la soledad. Cansada de las mentiras, cansada de tus mentiras, voy a volar, voy a alejarme de la realidad, voy a marcharme muy lejos de aquí.
Y volveré... con una sonrisa.
Solo con eso; una sonrisa.

Con el tiempo...


Después de un tiempo aprenderás que el Sol quema si te expones demasiado. Aceptarás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez, y necesitarás perdonarlas. Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma... Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla, y que tú también podrás hacer Cosas de las que te arrepentirás el resto de la vida.

William Shakespear

martes, 10 de enero de 2012

Lo que perdemos...





Este planeta es demasiado bello. En cada rincón podemos encontrar algo que extremezca nuestros ojos. Los colores son vivos, los aromas se entremezclan con las texturas... Y todo ello lo estamos echando a perder. Todos los humanos no, cierto, pero la gran mayoría sí. Porque el alma humana es destructora. Hay quien sabe controlarse, quien encuentra el equilibrio (o el amor) y aprende a cuidar su alrededor. Pero hay de otros que se dedican a herir sin parar. Y no me refiero sólo al medio físico, si no también psicológico. Porque a veces son tan extremadamente destructores, que hieren la mente de otras personas como ellos. No, mentira. Como ellos no. Ellos son peores.


Cuánta maldad... Cuánta codicia... Cuánta insensibilidad... Cuánta destrucción...


Lo que perdemos...
ya no lo podremos recuperar nunca más, ¿sabéis?


Ana.

Sueños imposibles

"Los sueños imposibles no deben ser cumplidos, porque si lo hacen... la vida del que los cumple se queda vacía y sin sentido" (Laura Gallego).

¿Es eso cierto? Bueno... supongo que algo de razón tiene. Nosotros vivimos gracias a los sueños, los deseos, los retos... Si no, ¿de qué serviría vivir? ¿Para qué gastar energía si no tienes que aprovechar el regalo de la vida?

Lucha por ti. Lucha por conseguir lo que quieres, por mucho dolor que el camino te cause.




Ana.

jueves, 5 de enero de 2012

Pa' Barcelona

He tenido abandonado el blog, pero ahora lo voy a usar más a menudo. Porque me gusta escribir, coño.

Bueno, y justo ahora que me he animado al blog, me voy a Barcelona 3 días. Pero me alegro, ¡y mucho! Al fin voy a una de mis ciudades favoritas (por debajo de Londres y Paris, por supuesto, pero es mi ciudad española favorita). Y, bueno, me llevo libreta y boli por si repentinamente me viene la inspiración. Aunque preferiblemente avance en la historia que publico en un blog que no os voy a decir, porque soy bastante tímida con esas cosas y no me gusta que alguna gente lea mis novatas novelas :) Si me queréis leer, ya compraréis uno de mis libros en la librería (puajajajajajajaja, ojalá :'D).

Bueno, que sí, que me las piro a Cataluña.

Muchos besos,
de la feliz Ana :DD

PD: esta aplicación de blogger para el móvil es. demasiado. pobre. Sólo puedo hacer entradas TT