Astros del Universo

Pensamientos que terminan en este blog

jueves, 21 de junio de 2012

Prólogo

Bueno, pues después de este GRAN parón, he decidido subir algo aquí. Y como no se me ocurría nada, pues al final me he decantado por poner el prólogo de una novela que estoy escribiendo, la cual estoy muy obsesionada. Llevo trabajándola desde hace dos años, pero no tengo mucho avanzado, porque me quiero esforzar con ella y voy esperando a coger más experiencia. Pero aquí dejo el prólogo para que (porfas, porfas, porfas T^T) comentéis qué tal os parece.


* * *

Prólogo



El joven entró en la sala acompañado por dos hombres grandes y musculosos que lo escoltaban. Un aire gélido y oscuro se abatió contra ellos en el momento en que la gran puerta doble y blanquecina se abrió. El joven no se inmutó, pues habían pasado demasiados años, y ya había llegado a acostumbrarse a aquella siniestra sensación. Siguió avanzando como si nada, oyendo cómo las puertas se cerraban tras él.
Los dos hombres los habían dejado completamente solos en aquella gran sala oscura. Unas gruesas cortinas moradas cubrían el cristal de las ventanas, a excepción de una tímida línea vertical en el centro que permitía que pasara algo de luz. Gracias a ello, se podía observar un par de butacas verdes.
Era una simple sala de estar.
Una figura se movió en la oscuridad. El joven, que aún estaba parado ante la puerta, dirigió su mirada hacia la esquina de la que emanaba aquella extraña fuerza oscura. Inmediatamente, se arrodilló a modo de reverencia.
—¿Me ha llamado, mi señor? —preguntó con la mirada clavada en el suelo, como muestra de respeto ante su superior.
—Sí —respondió la sombra. Tenía una voz grave e imponente, capaz de estremecer a cualquiera e infundir un gran terror con una sola palabra pronunciada—. Tengo una nueva misión para ti.
El joven suspiró. Ya se lo imaginaba.
—¿Relacionado con la Reencarnación, mi señor? —preguntó con una media sonrisa dibujada en su pálido rostro.
Hubo unos escasos segundos de absoluto silencio.
—Siempre tan audaz —dijo la voz, teñida de cierta satisfacción—. Quiero que traigas su alma hasta mí.
La sonrisa del joven se borró por completo. Alzó la cabeza y escudriñó la oscuridad, con cierta confusión.
—¿Yo, mi señor? —preguntó sin salir de su asombro.
—¿Acaso ve usted a alguien más por aquí? —protestó la sombra.
—No, mi señor. Pero, sinceramente, creo que hay otros más cualificados para este tipo de misión.
—¿Está diciendo usted que es un completo inútil? —Había alzado la voz, lo que provocó un cierto temblor en la mano del chico—. Sabe perfectamente lo que les ocurre a los que no se ven capaces de afrontar una misión encomendada por mí mismo.
—Lo sé —murmuró. Se levantó del suelo con decisión e inclinó ligeramente el torso apoyando su mano derecha en el vientre para realizar una nueva reverencia. Aún con la vista clavada en el mármol oscuro, añadió—: Cumpliré sus órdenes sin ningún problema, mi señor.
Dicho esto, dio media vuelta y salió de la sala a su propio pie. Mientras recorría el pasillo de la mansión, comenzó a idear planes en su cabeza. Era extraño que su señor le hubiera otorgado tanta responsabilidad a un chico como él, tan joven. Pero decidió no pensar más en ello y centrarse en lo que de verdad importaba: dar caza a la Reencarnación.


Ana.