Astros del Universo

Pensamientos que terminan en este blog

sábado, 30 de marzo de 2013

Boca cerrada, mente abierta y dedos que cuentan cosas



¿Por qué? ¿Por qué me cuesta tanto hablar cara a cara con la gente y decir lo que pienso, y en cambio me cuesta tan poco escribirlo? ¿Es un defecto mío que no podré remediar jamás? ¡Con que poca gente consigo ser yo misma de verdad! Es algo que me frustra de una manera increíble. ¿Soy tímida? ¿Soy reservada? ¿Soy rara?
Pienso muchas más cosas de las que llego a decir. ¿Será porque tengo miedo a que la gente se ría de mí por ser como soy? Quizá, quizá... Quizá sí. Más de una vez me dijeron que debía cambiar, y más de una vez lo intenté. Pero me es tan difícil... con la mayoría de las personas.

Ana.

Equilibrio



El color negro necesita al blanco para decir que es oscuro.
Lo blando necesita a lo duro para decir que es cómodo.
El hedor necesita al buen aroma para hacernos hacer una mueca de disgusto.
El mundo necesita a gente mala para que la gente buena pueda diferenciarse. Sin gente malvada, no habría héroes que pudiesen vencerlos. Sin gente egoísta, no habría generosos que ayudasen a los más necesitados. Sin gente con el vicio de hundir a los demás no habría gente que desarrollase esa capacidad de calmar a los más débiles de mente.
Todo necesita a su contrario. Todo necesita un equilibrio. Hasta que la humanidad entera no consiga establecer dicho equilibrio en el interior de cada uno, tendrá que haber de todo. Por desgracia.


Ana.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Cambio lluvioso



Somos como esa lluvia que cae.

Los hechos suceden sin que nosotros 
podamos hacer nada por evitarlo.
Poco a poco, nos vamos dando cuenta 
de que ya no éramos como antes.
De que hemos cambiado.

¿Por qué?
Por culpa de esas pequeñas cosas
que nos han ido sucediendo.
Y que nos han marcado para siempre,
haciendo de nosotros otra persona.

Aunque en el fondo sabemos 
que no podemos cambiar.
Que nuestro pequeño yo sigue estando ahí
en nuestro interior, resguardado
de la frialdad del mundo exterior.

Somos como esa lluvia que cae.

Cada persona que llega y consigue hacerse 
un huequecito en nuestra vida, nos cambia.
Consigue que empecemos a mirar las cosas
de otra forma. Ya no es igual.
Nos abre los ojos un poco más.

¿Eso es bueno? ¿Eso es malo?
Sí. No. Puede.
No se puede estar todo el tiempo con los ojos cerrados.
La realidad es como una tormenta eléctrica,
no la podemos ignorar siempre.

Y quizá a veces sea bueno volar.
Volar hacia ese mundo tuyo,
en el que todo son almohadas,
en el que hay un sol radiante.
Sí, es bueno ver el sol de vez en cuando.

Porque somos como esa lluvia que cae;
que consigue abrirse paso entre las nubes
y arremeter contra el suelo.
Quizá una sola gota solo consiga mojar un poco la superficie.
Pero juntos, podemos crear un charco, un río, un lago...

La felicidad.



Ana.

martes, 4 de septiembre de 2012

El camino de la vida


La vida es un camino que se recorre poco a poco. Y como todo camino, tiene sus obstáculos. Incontables personas, situaciones, hechos y demás intentarán que no sigas avanzando, que no llegues al final. Pero tú debes empujarlos fuera, con fuerza y determinación, y luego poner un pie delante de otro consecutivamente, para conseguir llegar a la luz que es el final, a tu meta, a tu sueño.

Lucha por lo que quieres. Lucha por lo que te gusta. Lucha por ti mismo. Y, sobretodo, sé feliz.


Ana.

martes, 7 de agosto de 2012

Aún podemos hacer algo




Llega un momento en el que te das cuenta de la sociedad en que vivimos. De la esclavitud a la que te ves sometido involuntariamente. Empiezas a ver todo con otros ojos, y te percatas de cuánta gente vive en una mentira constante. En un mundo de falsedad. En un mundo que ellos dicen "la realidad". Oh, ¿por qué no abren los ojos y se dan cuenta de todo lo que ocurre a su alrededor?

Gente inocente paga por pecados injustamente. La desesperación se apodera del mundo. No nos aguarda nada bueno, la verdad.

Temo que la tan famosa Apocalipsis llegue y que los humanos no se hayan dado cuenta todavía de que no se originará con terribles catástrofes naturales. Si no con el sufrimiento humano.

Esto ya ha empezado, pero todavía queda una cosa que podemos hacer.


Ana.

jueves, 21 de junio de 2012

Prólogo

Bueno, pues después de este GRAN parón, he decidido subir algo aquí. Y como no se me ocurría nada, pues al final me he decantado por poner el prólogo de una novela que estoy escribiendo, la cual estoy muy obsesionada. Llevo trabajándola desde hace dos años, pero no tengo mucho avanzado, porque me quiero esforzar con ella y voy esperando a coger más experiencia. Pero aquí dejo el prólogo para que (porfas, porfas, porfas T^T) comentéis qué tal os parece.


* * *

Prólogo



El joven entró en la sala acompañado por dos hombres grandes y musculosos que lo escoltaban. Un aire gélido y oscuro se abatió contra ellos en el momento en que la gran puerta doble y blanquecina se abrió. El joven no se inmutó, pues habían pasado demasiados años, y ya había llegado a acostumbrarse a aquella siniestra sensación. Siguió avanzando como si nada, oyendo cómo las puertas se cerraban tras él.
Los dos hombres los habían dejado completamente solos en aquella gran sala oscura. Unas gruesas cortinas moradas cubrían el cristal de las ventanas, a excepción de una tímida línea vertical en el centro que permitía que pasara algo de luz. Gracias a ello, se podía observar un par de butacas verdes.
Era una simple sala de estar.
Una figura se movió en la oscuridad. El joven, que aún estaba parado ante la puerta, dirigió su mirada hacia la esquina de la que emanaba aquella extraña fuerza oscura. Inmediatamente, se arrodilló a modo de reverencia.
—¿Me ha llamado, mi señor? —preguntó con la mirada clavada en el suelo, como muestra de respeto ante su superior.
—Sí —respondió la sombra. Tenía una voz grave e imponente, capaz de estremecer a cualquiera e infundir un gran terror con una sola palabra pronunciada—. Tengo una nueva misión para ti.
El joven suspiró. Ya se lo imaginaba.
—¿Relacionado con la Reencarnación, mi señor? —preguntó con una media sonrisa dibujada en su pálido rostro.
Hubo unos escasos segundos de absoluto silencio.
—Siempre tan audaz —dijo la voz, teñida de cierta satisfacción—. Quiero que traigas su alma hasta mí.
La sonrisa del joven se borró por completo. Alzó la cabeza y escudriñó la oscuridad, con cierta confusión.
—¿Yo, mi señor? —preguntó sin salir de su asombro.
—¿Acaso ve usted a alguien más por aquí? —protestó la sombra.
—No, mi señor. Pero, sinceramente, creo que hay otros más cualificados para este tipo de misión.
—¿Está diciendo usted que es un completo inútil? —Había alzado la voz, lo que provocó un cierto temblor en la mano del chico—. Sabe perfectamente lo que les ocurre a los que no se ven capaces de afrontar una misión encomendada por mí mismo.
—Lo sé —murmuró. Se levantó del suelo con decisión e inclinó ligeramente el torso apoyando su mano derecha en el vientre para realizar una nueva reverencia. Aún con la vista clavada en el mármol oscuro, añadió—: Cumpliré sus órdenes sin ningún problema, mi señor.
Dicho esto, dio media vuelta y salió de la sala a su propio pie. Mientras recorría el pasillo de la mansión, comenzó a idear planes en su cabeza. Era extraño que su señor le hubiera otorgado tanta responsabilidad a un chico como él, tan joven. Pero decidió no pensar más en ello y centrarse en lo que de verdad importaba: dar caza a la Reencarnación.


Ana.